¿Alguna vez has sentido que das más de lo que recibes en tus relaciones? Este artículo, basado en principios de psicología relacional y terapia familiar, explora las sutiles dinámicas de poder que determinan la salud de nuestras conexiones personales. Aprenderás a identificar patrones de desequilibrio, establecer límites sin culpa y cultivar relaciones donde el poder no se ejerce sobre el otro, sino con el otro. Con ejemplos concretos y ejercicios de comunicación, descubrirás cómo construir interacciones basadas en el respeto mutuo y la interdependencia saludable. Porque el amor no debería ser un campo de batalla, sino un espacio donde ambas partes pueden florecer.

Cuando amar te hace pequeño
“Siento que siempre soy yo quien cede, quien se esfuerza, quien pide perdón.”
Esta frase, repetida en muchas sesiones de terapia, es una señal clara de que algo en la relación está desbalanceado. Y aunque el amor no es una competencia, tampoco debería sentirse como una rendición constante.
Las dinámicas de poder en una relación no siempre son evidentes. A veces, se esconden tras decisiones cotidianas: dónde ir, qué hacer, cuánto dar. Pero con el tiempo, una parte puede empezar a ocupar más espacio que la otra, y eso desgasta.
El poder no siempre es control, a veces es silencio
Imaginá una pareja donde una persona siempre decide todo “porque al otro no le importa”. Parece funcional, pero en realidad puede esconder una forma pasiva de desequilibrio. Ceder siempre, callar para evitar conflicto o adaptarte al otro constantemente puede ser una forma de perderte a vos mismo.
La terapeuta Esther Perel habla de la “coreografía” en las relaciones: una danza que se vuelve desigual cuando uno siempre lidera y el otro solo sigue. No se trata de dominar, sino de aprender a coordinar sin aplastar.
Equilibrar no es exigir, es expresar
Un error común es pensar que equilibrar la relación significa enfrentarse o imponerse. Pero en realidad, se trata de animarse a decir lo que se necesita sin culpa.
Ejemplo real: Sofía sentía que su pareja decidía todo en su rutina diaria. Cuando pudo expresarlo con claridad (“Necesito sentir que mis preferencias también importan”), su pareja recién entonces tomó conciencia. No hubo pelea. Solo una conversación honesta que no había ocurrido antes.
Aprender a poner límites sanos es clave. No para alejar, sino para acercarse desde un lugar de respeto mutuo. ¡Y eso también es amor!
Amar desde la igualdad: un trabajo compartido
Las relaciones más sanas no son las que están libres de conflicto, sino aquellas donde ambas personas pueden hablar, escuchar y negociar. Donde el poder no se ejerce “sobre el otro”, sino “con el otro”.
Como dice el psicólogo Jesús Matos: “Una relación sana es aquella donde podemos ser nosotros mismos sin miedo a ser rechazados por ello”.
Ejercicios simples como turnarse para tomar decisiones, expresar gratitud de manera recíproca o simplemente preguntar “¿Cómo te sentís con esto?” pueden cambiar el tono de toda una relación.
Conclusión: Que el amor no te haga desaparecer
El equilibrio no se trata de contar cuánto da cada uno, sino de asegurarse de que nadie se pierda en el intento de amar. Si sentís que te estás achicando para que la relación funcione, tal vez no sea función lo que falta, sino espacio para ser vos mismo.
Porque el amor real no pide que te achiques, sino que crezcas al lado del otro.
¿Y si hoy das el paso de hablar desde lo que necesitás?