Alejandra “Locomotora” Oliveras fue mucho más que una campeona mundial de boxeo. Fue una mujer que convirtió cada caída en impulso, cada herida en mensaje, y cada pelea en una oportunidad para inspirar. Con una historia marcada por la lucha, la autenticidad y el amor por lo simple, dejó enseñanzas que trascienden el deporte. En un mundo donde muchos buscan respuestas afuera, ella nos recordaba que la verdadera fuerza está adentro.

La fuerza que va más allá del ring
Algunas personas logran que su historia inspire incluso después de partir. Alejandra “Locomotora” Oliveras fue una de ellas. No solo por los títulos que ganó, ni por los golpes que dio o recibió arriba del ring. Su verdadera victoria fue convertirse en símbolo de algo más profundo: la posibilidad real de transformar el dolor en fuerza, la adversidad en impulso, y el presente en el lugar donde todo puede empezar de nuevo.
Con su partida, dejó un vacío. Pero también un legado inmenso que sigue latiendo en quienes la escucharon, la vieron pelear o simplemente se cruzaron con sus palabras.
Luchar aunque duela: su forma de vivir
Alejandra sabía lo que era empezar de abajo. Supo lo que era el hambre, la discriminación, la violencia. Pero nunca usó eso como excusa. Al contrario, lo convirtió en motor. En una entrevista dijo:
“Si te caés, te levantás. Porque no se trata de no caerse, se trata de cuántas veces elegís volver a pararte.”
La perseverancia no era solo un discurso para ella. Era su forma de respirar.
Ser una misma: sin permiso, sin miedo
En tiempos donde muchas personas intentan encajar, ella era diferente. No pedía permiso para ser quien era. Ni arriba ni abajo del ring.
“No hay otra mujer con tus huellas, con tu risa, con tu manera de amar”, decía. Y lo creía. Repetía esa frase como quien regala una llave. Porque sabía que la autenticidad es libertad, y que aceptarse —con luces y sombras— es una forma profunda de quererse.
El presente como refugio y revolución
Alejandra hablaba mucho del ahora. De lo importante que es disfrutar las pequeñas cosas. Un mate. Una charla. Un abrazo.
“Sentí la piel de gallina cuando alguien te dice algo que te toca el alma.”
Esa era su forma de recordarnos que la felicidad no está más adelante, ni atrás. Está acá. Y se escapa si no la vemos.
La pelea más dura: romper con la violencia
En un deporte históricamente masculino, ella se hizo un lugar a puro coraje. Pero también supo enfrentar la violencia de género, esa que no deja moretones visibles pero marca igual. Alejandra se convirtió en voz para muchas mujeres que, como ella, aprendieron a decir “basta” y a elegir la vida.
Porque sí, las mujeres somos fuertes. Y podemos sanar.
El amor, la familia y los vínculos verdaderos
A pesar de su fama, Alejandra siempre priorizó lo esencial: el amor, la familia, los amigos sinceros. “Quiero rodearme de gente buena, real”, decía. No por cursi. Por sabia. Porque al final, lo que nos sostiene no es lo que tenemos, sino con quién compartimos el camino.
Su legado vive en quienes hoy buscan levantarse
Alejandra “Locomotora” Oliveras ya no está físicamente, pero dejó una semilla en cada persona que alguna vez se sintió perdida, herida o sin fuerzas. Nos enseñó que no hay dolor que no pueda transformarse en coraje. Y que, incluso con cicatrices, podemos ser nuestra mejor versión.
A veces, solo hace falta recordar que el primer paso no es ganar una pelea. Es no rendirse antes de empezar a darla.
🌱 ¿Y si hoy te levantás una vez más, solo por vos?